«Es duro reconocer cuando uno ha ofendido a personas y a la sociedad, con todo eso quiero pedir perdón». Lo dice una persona privada de la libertad que se dirige a victimas. Lo dice con convicción cuando se acerca a una tercera parte de su condena.
El programa «Árbol Sicómoro, Justicia y Paz»; liderado por Confraternidad Carcelaria de Colombia, al interior de los penales promueve la justicia restaurativa. Es un escenario perdonador que procura interrumpir ciclos vengativos.
Las tareas integran las leyes de Colombia, las leyes de Dios y el entendimiento de diferentes denominaciones religiosas con el fin de la rehabilitación de población carcelaria en un marco de consideración por quienes se han perjudicado en actividades delictivas.
Perdón: entre candados y esperanzas
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 En valentía, en la secuencia de reflexiones propias, reconocen sus culpas. Los residentes del penal dan la cara, hacen el compromiso de no repetir daños a la sociedad.
Desde Cárcel Nacional Modelo, confiesan en manera pública su dolor y su verguenza. Es un encuentro torrencial en el que los penados reconocen las lesiones causadas a víctimas directas e indirectas. Los internos se dirigen a sus familias; miran a los ojos a sus parejas, a sus padres, les piden que, por favor, los perdonen porque con sus movimientos contra la ley también sacrificaron a sus familias.
El trabajo pedagógico dentro de Cárcel Nacional Modelo se desarrolla en módulos. Un momento culmen es el reconocimiento de la falta por parte de la persona privada de la libertad. Admitir los errores es un proceso complejo, que emerge de la negación inicial, de la justificación, y en algunos casos, de la culpabilización a las víctimas por parte de los sindicados.
Llegado el momento surge en algunos internos un expresivo sentimiento de remordimiento.
Al cierre del curso con la obtención del diploma, aun en sus condenas, los estudiantes lo asumen como un acto liberador con ellos mismos. En prisión logran ser perdonados y autoperdonarse. La formación intramural impartida por los servidores de Confraternidad Carcelaria abre la puerta al arrepentimiento genuino. Según lo indica Martha Díaz: «La justicia restaurativa profundiza en tomar conciencia, en mantenerse lejos de la conducta punible y evitar a toda costa recaer en estos comportamientos».
En el acceso al centro penitenciario, en fila el capacitador José Abel Rivero aguarda su entrada mientras en otra puerta mujeres esperan entrar los paquetes de ayuda a sus allegados. Ellas dejan ver sus tobillos, se han retirado sus medias para facilitar la labor de requisa. Ingresar al penal exige de las visitas compromisos reglamentarios en revisiones minuciosas. No obstante, en favor de la dignidad humana, las precauciones se adelantan con respeto por parte de la guardia.
En la jornada de perdón se hace presente Naydú Yayá. La mujer dice que tenía catorce años cuando delante suyo asesinaron a su padre. Con la caída del progenitor, moría un líder social izquierdista. Naydú describe la marginación y revictimización que vivió con su familia. Dice: «Tengo paz en mi corazón. En muchos casos vi a personas con la figura de quien mató a mi papá». En una transición interior se apartó del rencor. Ahora, Naydú aprecia a la justicia restaurativa como oportunidad para víctimas y para victimarios. Ella ha absuelto a los homicidas.
Confraternidad Carcelaria y reconciliación
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Confraternidad Carcelaria se fundó en los Estados Unidos por Charles Corson un exconvicto quien luego de purgar una pena por sus implicaciones en el caso Watergate dedicó parte de su vida a ejercicios de reflexión y a actuaciones dedicadas a segundas oportunidades sociales para los penados.
Carmen Rosa Jiménez es la coordinadora de Confraternidad Carcelaria en la Cárcel Nacional Modelo de Bogotá, saca tiempo de su trabajo como Contadora Pública. Su accionar en el penal es voluntario igual que la labor del peruano José Abel Rivero. También ofrendan su tiempo la psicóloga Martha Díaz y la evangelista Blanca Nelly Amaya.
El grupo se hace presente en el penal en cada jueves. Tras superar fallebas en hierro se entregan a escuchar historias de internos y a dejarles tareas con cuadernillos y testimonios que superen el quehacer delictivo.
En ese escenario Oskar Alirio Beltrán, director de Fundación After Prison, ha sido gestor de estudios de educación superior en población carcelaria.
Hasta el momento el sacerdote ha impulsado la graduación a 47 bachilleres y 16 profesionales en carrera de Administración de Empresas en Universidad Minuto de Dios.
El clérigo relata el caso memorable de un comerciante de san Victorino:«Ha sido el más adulto y también el más juicioso. Él terminó graduándose como Administrador de Empresas en la Cárcel de Máxima Seguridad en Cómbita, Boyacá. En la actualidad goza de libertad, tras cumplir una pena de ocho años».
Principio de no repetición
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Pedro es tapicero y carpintero; madrugó al mundo rodeado de guardianes. Llegó visitar a su hijo. Esperaría a que lo trajeran del patio. Sabía de ese repliegue psícológico. Durante la semana escuchó acerca de la valentía y de la decisión de cambio. De antemano se dispuso con su esposa a un encuentro público en que lo perdonarían. Padre y madre, el 3 de diciembre de 2024, se fundieron en un abrazo con su recluido. Aun no salían de la indignación. No explican el cambio rotundo cuando su heredero salió del taller familiar y extravió su inteligencia en infracciones que en una sanción social le hicieron cambiar el techo de hogar por la placa de concreto en una celda.
Don Pedro y su esposa, en un instante de sanación, como mensaje de alegría celestial, ante guardias del INPEC, y frente a treinta privados de la libertad se fundieron en familia, en contacto entrañable se dieron ánimo, le dieron el perdón. Ese momento llegó a los padres como compensación a su dolor y al detenido una sensación de libertad...la libertad que fue...
Textos y Fotos: Noticias Colombia - Nelson Sánchez A - Contacto: redaccion@noticiascolombia.com.co |
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