Avión aproximándose a Guadalajara
"Yo no sé lo que valga mi vida pero yo te la quiero entregar". Elisa traía un espíritu alado que cargaba las valijas de la personalidad mexicana, y las notas encarnadas del guitarrón. Ernesto hablaba de ajiaco, sopa típica de Bogotá, preparada con pechuga de pollo, tres variedades de papa, mazorcas, alcaparras, y crema de leche.
Ella hablaba de la maquina de tortillas, del canasto para las tortillas, del molcajete, el metate, jarritos y platos de barro, de escobetas para lavar, de ollas de barro para los guisos y de moles, del atizador para el anafre que es una estufa pequeña de carbón, de cucharas y de molinillo de palo.
Dentro de la pequeña empaquetadura corporal de Elisa venía un fontanar de saberes cocineros. La esposa hablaba con candor, y a los cuatro vientos, sobre la gastronomía mexicana, se ufanaba: "La cocina de mi país es la única en el mundo, declarada como patrimonio cultural de la humanidad, por UNESCO".

En un viaje que hizo a la costa caribe colombiana, se admiró de cómo los colombianos descuelgan, así no más, frutas de árboles plantados en los patios de las casas. Aprendió a escuchar vallenatos: "Ven conmigo soñadora, que si acá en esta noche no hay luna, mi luna eres tú, ven y volemos a otro mundo". Es admiradora del cantante Diomedes Díaz.
En Colombia los ojos de la cocinera mexicana, se abrieron ante tomates de árbol, uchuvas, guamas, mangostinos, frutos de cuya existencia no tenía noticias. Sorprendida por la exuberancia de la agricultura colombiana, aprendió también que estas tierras feraces producen calabaza, calabacita y calabacín.
Los colombianos descuelgan, así no más, frutas de árboles plantados en los patios de las casas de la costa, dice Elisa con candidez. Aprendió a escuchar vallenatos: Ven conmigo soñadora, que si acá en esta noche no hay luna, mi luna eres tú, ven y volemos a otro mundo. Escucha a Diomedes Díaz.
Elisa, al sobrevolar a Colombia, se impresionó con las montañas, se sumergió en el embrujo de la cordillera que se presentó en una sucesión de alfombras de matices verdes. Se admiró más, cuando arribó a la plaza de mercado de Paloquemao, en el centro capitalino, en compañía de Ernesto, su marido, y encontró que, durante todo el año hay cosecha de verduras.
Ella que venía de un paisaje árido pensó en el privilegio de los colombianos que cosechan comida durante los doce meses. Ernesto, acercó a su esposa, a los frutilleros que venden en las calles, le mostró a los que comerciantes de patilla, a los cartageneros que venden chontaduro, y a los que preparan en las esquinas los jugos de naranjas y de mandarinas. La joven esposa preguntaba cómo era posible que a dos horas de la baja temperatura bogotana hubiese climas diferentes.
Arco iris de maíz
Elisa relata a su marido sobre las quince variedades de maíz en México; negro, morado, rojo, de diente grande, y pequeño; cuenta a los colombianos que en México se puede encontrar tortillas de varios colores, amarillas, y verdes.
La cocinera habla del maíz, es el alimento primordial conectado a las tradiciones milenarias, con variedades únicas en el planeta, que solo se encuentran en el país de la serpiente emplumada.
Ya son dos los restaurantes Frida que generan trabajo a doce colombianos. Sus propietarios, dicen orgullosos, que no contratan migrantes para aprovecharse de ellos o pagarles menos.
Desde 2003, en el restaurante, se sobreentiende que hay una especie de mayordomía de los antepasados y de sus raigambres .
Cuando una nación cocina
Una comensal bogotana, embelesada, pregunta a Elisa por una casa campesina mexicana en miniatura con todos sus elementos tradicionales incluido Pulque, bebida sagrada de pueblos ancestrales mexicanos.
Ella en la cocina, Ernesto atendiendo las mesas. Platos saliendo, con pico de gallo. Colombianos que dicen; ¡Que Viva México!. En el principio del negocio, hubo zapateao del folclor tradicional y público exultante hasta que el párroco mandó a decir, que el tablado, está sonando muy fuerte. Después de la razón de su reverencia, los esposos, asumieron que no se debía interrumpir la paz de Dios con el taconeo y suspendieron la actividad típica.
Esto es una embajada, de aquí a los festivales, la bandera verde, blanca y rojo, de los mexicanos, y su himno nacional "al grito de guerra el acero aprestad y el bridón". Corra a buscar en el diccionario, qué cosa es "bridón"- jinete que va montado a la brida-. El himno de los colombianos, tiene lo propio: "¡Oh gloria inmarcesible!"; corra a buscar en el diccionario, qué cosa es "inmarcesible",- quiere decir inmarchitable-.