Señor de la luz


■ La noche de un incendio...


«A Asunción llegamos hablando muy poquito español. Nos alojamos en una pensión que era muy barata. Recuerdo que dormíamos en el piso, porque contratar una habitación con cama y colchón era más caro. Mi papá y mi mamá nos organizaban las camas con esas cajas en que vienen las frutas y ahí dormíamos. Mi hermano Antonio y yo éramos felices. Nos gustaba jugar mucho. Mi papá salía a mirar en qué trabajar. En la habitación encendíamos velas porque era frecuente que cortaran la luz en la ciudad y nos alumbrábamos así... y una noche de repente... buuf... se prendió esa veladora y se incendió la habitación... se nos quemó todo...». Relata Yang.

Taiwán vivió la disminución de su flujo de dinero en los años 70. Fue ese el motivó por el que varias familias salieron de la isla a buscar oportunidades en otras tierras. En 1979 los niños Yang amanecieron en Asunción cuando la ilusión de los padres había sido llevarlos a vivir en New York.

En Bogotá Andrés Yang relata el traslado e inserción con sus padres, Nancy Chen y Marcos Yang, en tierra paraguaya... y cómo abrieron paso en una tierra en medio de barreras idiomáticas y culturales.

La familia Yang se radicó en la capital de Paraguay. Eran esposos con dos niños que montaron en avión por primera vez. Su crucero los separaría 19,939 kilómetros desde su original Taipei.


■ Dragones y corrientes de negocios...


Trajeron ahorros acumulados por la venta de cerámicas para pisos y materiales de construcción...su reserva les permitiría sobrevivir un año.

El ciudadano taiwanés reparte su tiempo. Da un salto de las ventas de su amplio rango de bombillería a las responsabilidades de atender a su hija de seis años...« A nuestra niña colombiana le hemos puesto por nombre Sabana, que quiere decir amplitud, libertad...». La heredera menor, junto con Maddison y Juan Antonio, son su descendencia. Tres hijos con un centro ancestral: la isla de Taiwán y una razón existencial, «Ser Taiwaneses».

En la vida de Andrés Yang, igual que en la de sus parientes, se refrenda la sentencia: «Para saber quiénes somos, debemos saber quiénes fuimos».

En la calle la Palma de Asunción, después de un largo rodeo, la familia estableció un negocio en donde vendía consolas de Nintendo. En el mismo domicilio tenían el almacén y la vivienda. Fue el comienzo de la bonanza de los video juegos. Comenzaba el auge universal de los artículos electrónicos. Marcos Yang, entendió el momento comercial.

El Señor de la Luz reconstruye su infancia en la historia de sus emociones en Suramérica. Ahora en Bogotá con desarrollo su empresarial KVO. El nombre de su empresa es una referencia a los grados Kelvin de medición de la temperatura de la luz.

El proceso productivo de la empresa de Andrés Yang genera doce empleos directos a familias colombianas.


■ Migración comercial...


Andrés Yang se graduó como ingeniero de sistemas en la Universidad Central de Taiwán. En el centro de Bogotá se instaló en la Calle 13, justo en el corazón del comercio eléctrico de Colombia. Con el incremento de su operación ha tomado un gran local, en el norte de la ciudad, en el estrato económico más alto de la metrópoli.

«La economía se puso mal. En los años setenta los taiwaneses no teniamos visa de entrada a los Estados Unidos como es ahora. Por esa época en los pasaportes, se incluía al grupo familiar. Cuando fuimos a la embajada de Estados Unidos en Taipei, a buscar el visado, en el consulado americano nos dijeron que daban entrada solo a mi papá. Ahora qué vamos a hacer?, mi padre decidió ir a una agencia de viajes. En esa oficina le hablaron maravillas de Paraguay. Creo que le dijeron mentiras para venderle los tiquetes. Lo entusiasmaron con el ejemplo de una pareja que se había ido con hijos pequeños y que estaba trabajando. Lo motivaron diciendo que desde Suramérica era más fácil salir a Estados Unidos»..

« Mi papá y mi mamá nos enseñaron a ser libres, crecimos con esas ideas»: -Afirma Andrés-.

La competencia organizativa del migrante, don Andrés - vendedor de materiales de construcción - tomaría forma con el paso de las décadas. Los dos hijos, Antonio y Andrés, tendrían plazas de trabajo en el exterior. «Con mi hermano, somos buenos amigos. Cuando tengo algo en mente lo llamó para que me ayude a fianciar un proyecto y siempre lo hace».


■ Aprendimos dos idiomas al tiempo...


«En Paraguay vivimos en Calle Palma, estudiábamos en la mañana inglés y en la tarde teníamos aprendizaje de español. Nuestros padres, como buenos taiwaneses eran muy estrictos. Debíamos salir del Colegio, entrar en la casa, almorzar rapido y luego irnos a clases de lengua castellana».

Andrés Yang a los 19 años alcanzó nivel multilingue: «Hablo español y full inglés». Valores, costumbres y tradiciones unidos a la adquisición de habilidades contribuirían a la formación de la nueva nación de Taiwán.

Paraguay abrió sus fronteras a desplazamientos que significan intercambio económico y tecnológico.

Su origen en los negocios es descrito por Andrés Yang: « Papá consiguió un local en una de las calles principales. Ahí vendiamos también discman, memorias y relojes. El almacén quedaba en el puesto fronterizo. A la ciudad de Asunción venían argentinos, brasileros... mi hermano y yo aprendimos desde niños a manejar tasas de cambio de cada país. En casa conocimos billetes argentinos, aprendimos a comerciar con pesos guaraníes de los paraguayos; transábamos en monedas brasileras, vendiámos artículos en dólares estadounidenses, negociábamos en euros... Siendo pequeño aprendí a comerciar...».


■ Los jóvenes Yang: jades rojos...


El migrante de segunda generación rememora: «Cuando terminé de estudiar el bachilletato retorné a Taiwán a prepararme en Ingeniería de Sistemas». En la patria materna, obtenía su sustento impartiendo clases particulares inglés. Con esos ingresos costeó sus estudios de arquitectura de software.

El joven profesional formaría parte del fenómeno migratorio conocido como «circulación de cerebros». Con su título profesional fue a Holanda: Allí trabajó durante seis años.




Noticias Colombia - Texto y fotografias: Nelson Sánchez A - Fotografia Portada: Archivo Particular Andrés Yu - Diseño: Yeimi Flórez